sábado, 5 de mayo de 2018

Pereza

La última vez que escribí en esta mi ciber-libreta fue el 21 de enero, un día importante en  mi agenda. Desde entonces, he sido incapaz de volver a picar ni siquiera un par de palabras. A lo largo de este invierno, han pasado cosas que me han hecho caer en el descrédito y en el desengaño más absoluto. Sé que esta última afirmación suena exagerada e incluso dramática, pero es como lo siento. La muerte de Gabriel Cruz, la dimisión de Cristina Cifuentes o la mala educación de la Infanta Leonor, me han hecho sentir aburrimiento y cansancio hacia el mundo que me rodea.


Estoy en un momento en el que me cuesta creer en las cosas. El tema de Gabriel por ejemplo, generó en mí, desilusión y desconcierto, y no por lo que se pueda imaginar a priori, sino por el uso que hicieron los medios de comunicación de la noticia de la desaparición, la búsqueda y el hallazgo de un cadáver de un niño de ocho años. Me pareció que la televisión había tocado fondo, llenando sus parillas televisivas a costa del sufrimiento de unos padres que han tenido la mala suerte de perder a un hijo en la peor de las situaciones. A lo mejor esto suena ingenuo, pero me sigue resultando chocante la cantidad de gente sin escrúpulos que habita en los medios de comunicación.


Por otra parte, y no por el orden en el que han tenido lugar los acontecimientos de los que estoy hablando, el tema Cifuentes, ha supuesto en mí, además de lo obvio, una vergüenza ajena bastante considerable, un hartazgo brutal de los políticos que campan a sus anchas por los diferentes escenarios institucionales y públicos de esta nuestra España (odio a los que se refieren a ella con la cursi y hortera expresión de País). Sin embargo, como me ocurre con el caso del pequeño Gabriel, lo que más me escandaliza del tema de la ex presidenta de la Comunidad de Madrid, no es el tema del master o lo otro de sisar cremas por un valor que no supera los 40 euros, lo que realmente me alucina es que todavía el público siga siendo la marioneta perfecta de los medios de comunicación y se deje engañar y/o manipular por estratagemas de baja estofa. Estoy convencida que el tema de Cifuentes no era nuevo ni para los medios ni para los círculos políticos, sospecho que era un as en la manga informativa que se ha puesto encima de la mesa cuando convenía dejar a la rubia fuera de los ruedos políticos. Sinceramente, aunque a primera vista la ex presidenta pueda sentir todo lo que le ha sucedido como una vendetta, estoy convencida que con el tiempo lo agradecerá. Se ha quitado un peso de encima, eso que dice que la verdad nos hace libres, por mala que esta sea, es una de las pocas certezas que tengo en este momento de mi vida.


La monarquía me produce tanta o más pereza que las situaciones que acabo de narrar, primero porque soy republicana, no entiendo la existencia de la monarquía en el pleno siglo XXI, y segundo porque si todo lo que sale por la tele o se hace en ella es mentira, lo de Zarzuela es ya un cuento de chinos. El vídeo que hicieron para acercar a la realeza al pueblo, solo se puede definir como ridículo y sin sentido. La sangre roja nada tiene que ver con la de color azul, y quizás ése sea el principal problema , intentar conjugar dos grupos sanguíneos, dos estilos de vida que nada tienen que ver el uno con el otro. Cuando Letizia aceptó casarse con el entonces príncipe Felipe, imagino que movida un poco por el amor, un poco por la emoción y otro poco-mucho por la ambición, no caviló las consecuencias de entiendo la decisión más importante de su vida. Si realmente creía que iba hacer lo que le viniera en gana con los estrictos, duros, y antiquísimos principios, normas y protocolos monegascos es que es más tonta de lo que se pensaba de ella, algo que sospecho no es cierto. Si realmente movida por sus sentimientos pensó que sería capaz de soportar la vida en palacio entonces también se equivocó y pecó de ingenua, algo que sospecho tampoco es cierto. Sea lo que sea que le pasara por la cabeza o por el corazón a la reina de España, lo único que me queda claro, es que el papel de su vida no solo le queda grande sino que se ha perdido en un complicado amasijo de codicia y soberbia que intuyo no le augura un final nada bueno.


Por lo demás, todo me produce desesperanza y mucha tristeza. Tengo un hijo de un año y cuatro meses que tendrá que vivir en un mundo que de momento se compone de mentiras y apariencias bastante cutre por cierto. Lo único bueno de todo esto es, aunque nada tiene que ver con el tema, que no he perdido mi capacidad de juntar palabras, hacer frases y dejar algo por escrito que tenga sentido.

Dedico mi post de hoy, no sé bien por qué, a mi hermana que está a punto de ser madre por segunda vez, y hoy hace seis años que se casó,  y a mi amiga Fuen Viudes, porque está embarazada y porque me da la libertad suficiente como para que a veces crea que soy capaz de hacer y conseguir todo lo que me proponga. Os quiero. 

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