jueves, 10 de mayo de 2018

@sandrita_run

Me sucede a veces una cosa bastante raruna que me inspira para escribir y a la que no le encuentro mucho sentido por cierto. Hay personas o hechos que nada tienen que ver entre sí, por incompatibles hasta límites insospechados, pero que no sé por qué pensar en uno me lleva a pensar en el otro y de repente, así como el que no quiere la cosa, ¡zas!, me encuentro que cosas cotidianas y la mar de simples, me sugieren ideas creadoras para juntar un par de palabras que convertidas en frases, en  mi cabeza tienen mucho sentido. 

El otro día estaba viendo Sálvame, digo ver en el sentido literal de la palabra, ya que tenía la tele puesta pero sin sonido, cuando leí en el faldón de letras verdes sobre fondo de color amarillo que aparecía en mi pantalla, que Kiko Rivera suspendía su gira musical (para todos aquellos/as que no estén muy puestos en la cosa del papel couché, Kiko, el hijo de Isabel Pantoja, es "cantante" y "DJ") por un problema serio de salud. Minutos después el programa de la tarde, Sálvame limón o naranja, nunca he entendido el momento cítrico que define las franjas horarias de este espacio televisivo, mostraba en primicia el vídeo en el que Paquirrín anunciaba a través de su cuenta de Instagram que sufre una depresión. Todo muy de Sálvame. Todo muy de los Pantoja. Todo muy hardcore.


Personalmente, no creo que este pobre muchacho esté deprimido. Imagino que ha sido una excusa para eludir sus obligaciones profesionales este próximo verano 2018. Sin embargo, aunque el 99,9% de mí está convencida que al hijo de "la viuda de España" no le sucede nada grave, sí que siento lastima, pena, compasión o como queramos llarmarlo por él.  Sí, en cierto modo, en plan mal, muy mal este chico me da mucha pena. Su lista de carencias personales es tan extensa como interminable: irresponsable, vago, malcriado, vulgar, maleducado, caprichoso, con cero tolerancia al esfuerzo y a la frustración, y una ausencia de valores, principios o como ustedes lo que quieran llamar, que hacen de él un ser lastimero, digno de compasión. 

A ver, antes de continuar, quiero aclarar que este tema de Kiko Rivera, sus conciertos y la depresión me importan un huevo, pero, primero, me he desvelado a las 05: 25 de la mañana, a esas horas uno/a puede pensar casi en cualquier cosa, y segundo su vida de famoso de medio pelo, fútil y aburrida, me ha llevado a pensar en gente, perfectos desconocidos, que campa a sus anchas por las redes sociales, con historias asombrosas de verdad,  de superación personal y de éxitos reales. 

Lo que decía, es que este chico, hijo de torero y tonadillera famosos, tan típico, tan español, tan cateto, tan zzz, me da lastima porque teniendo a su alcance un montón de oportunidades y posibilidades para poder realizarse laboral y personalmente, decidió, nunca sabremos cuándo, tomar el camino corto, el fácil, el del medio como se suele decir, para conseguir sus objetivos en la vida. Finalidades que no voy a entrar a cuestionar por soporíferas e insustanciales, pero que muestran a una persona que consigue cualquier cosa sin esfuerzo, que no entiende de voluntades, ni de sacrificios ni mucho menos de compromisos. Kiko Rivera nació con una vida regalada en la que con una chispa de trabajo podía habérselo montado la mar de bien y llegar hasta donde él hubiera querido. Sin embargo, decidió tirar a la basura todas sus posibilidades y convertirse en un ser aburrido, cursi y bastante ridículo por cierto. 

Por ejemplo, recientemente se ha sometido a una reducción de estómago, porque eso de hacer ejercicio, comer bien y equilibrado, y dormir por lo menos ocho horas, es una cosa que no va ni con las formas ni los modos de las personas como Kiko Rivera. Esta intervención, a la que someten muchos celebritys porque no les gusta hacer dieta (como si al resto de mortales cerrar el pico y dar la espalda a los ultraprocesados fuese una cosa que les entusiasmara) es la que me ha llevado de un modo inusitado pero fascinante al mismo tiempo, a pensar en @Sandrita_run. Es el nombre de perfil de una cuenta de Instagram que pertenece a una chica de Alicante que se llama Sandra, tiene cuarenta años y en este último año y medio ha perdido la friolera de 37 kilos a través del esfuerzo, la constancia, el trabajo y una actitud positiva y optimista que le procura la determinación y firmeza necesarias para conseguir todos los objetivos y/o metas que se propone en su vida.


Empecé a seguirla un buen día en el que en mi muro de publicaciones destacadas de Instagram me apareció una foto suya en la que mostraba su proceso de transformación en una perdida de peso sana, controlada y equilibrada de la mano hábitos buenos y/o saludables para vivir más y mejor. No sabría decir por qué pinché en la foto, pero lo que sí recuerdo es que desde el primer momento en que vi su cara en una de sus cientos de fotografías, leí sus comentarios y vi los vídeos de los stories de su perfil, me cayó bien al instante. Se notaba, porque esas cosas si se sabe se pueden percibir perfectamente, que era una mujer alegre, segura de sí misma, con la suficiente personalidad como para que le importara un pito lo qué pensara el resto del mundo de ella, con el carácter y la determinación necesaria para conseguir el difícil reto, pero no imposible, de perder 50 kilos y adquirir a base de tiempo un estilo de vida saludable. De esto hará un año medio o así, desde entonces no he podido dejar de seguirla, de ver los vídeos de sus stories en los que cuenta a sus más de siete mil seguidores cada día, sus comidas diarias y otras anécdotas familiares y/o personales interesantes y/o divertidas.

Este tipo de historias de superación personal como la de Sandra me fascinan,  primero porque admiro a las personas con fuerza de voluntad  y segundo me hacen no perder la esperanza en este nuestro género humano. Consuela saber que ahí fuera, por las calles, por las redes o por el mundo, hay hombres y mujeres, normales y corrientes, seres humanos de carne y hueso como ustedes y como yo , que tienen la suerte de haber aprendido que a la hora de decidir entre un camino fácil o uno difícil para acertar casi siempre habrás de escoger el segundo. Las cosas importantes de este nuestro planeta, esos "algos" que valen lo pena, son aquellos que se consiguen con esfuerzo, renunciando en la mayoría de ocasiones,  a otras cosas que nos gustan o que también bien lo valen,  pero que tenemos que declinar en pos de un estilo de vida saludable como es el caso por ejemplo de @Sandrita_run. 

Al final, el mundo de los hijos de los famosos, los nuevos celebritys del siglo XXI, e incluso en algunos convertidos en influencers por obra y gracia de la fama de sus padres,  muestran una realidad paralela al común de los mortales; un estilo de vida fatuo, pueril y superficial, que genera perros de papel, personas que viven por y para los demás, que solo saben hablar de la ropa que les han regalado, de los restaurantes a los que los han invitado, o de los destinos paradisíacos a los que han viajado,  también de gorra,  para que cientos de chicos/as jóvenes, con todo un carácter por construir, se dejen llevar por algo que es una pura mentira, con el único objetivo mercantil y capitalista de que consuman determinados productos como si no hubiese un mañana.

Me gustaría con más tiempo dedicarle un post completo y bien de palabras al mundo de los influencers, pero, hoy es el día de @Sandrita_run y de tantos otros como ella, hombres y mujeres, que han conseguido la delicada tarea de vencer a la báscula, perder 50, 70 u 80 kilos a lo largo del tiempo; insistiendo, luchando y persistiendo, y no, pasando por un quirófano para someterse a una reducción de estómago. Es una pena que estos chicos, la nueva generación de "estrellas",  no tengan a su alrededor una familia y unos amigos sanos que les aconsejen bien, que les cuenten que en esta vida (por mucho que nos fastidie) los verdaderos éxitos, los mejores logros siempre están de detrás del trabajo duro y del esfuerzo, lo otro, los atajos y la vida regalada solo genera lo que les acabo de decir, perros de papel, seres con una apariencia maravillosa, pero que en la realidad no tienen nada que ofrecer salvo presumir de algo que ni siquiera son.




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