lunes, 18 de diciembre de 2017

Samanta Villar

Ayer se sentó en el Chester de Risto Mejide para hablar de maternidad y de prostitución. Bien de polémica. La periodista, madre de mellizos, no se cortó un pelo. Habló alto y claro como siempre. No le importó lo que pensará el resto de sus opiniones. A mí me encantó. Estoy un poco harta del sempiterno discurso de la maternidad y la postergación de las mujeres en su papel de únicas responsables del cuidado de los hijo, y de la prostitución en un solo sentido de aberración y esclavitud.


Lo cierto es que existe mucha gente que, voluntariamente, se prostituye, poniendo a precios desorbitados el polvo (más de 3.000 euros) y que contempla su forma de ganarse la vida como un oficio más de los muchos que existen en este mundo de prejuicios y falacias sociales. Sin embargo, sigue existiendo una gran mayoría empeñada en la idea de que todo aquel que se prostituye lo hace por obligación, bajo coacción. Algo parecido ocurre con la maternidad, se acepta un discurso en un solo sentido, donde sentimientos como desilusión y arrepentimiento no tienen espacio. Son muchos los que intentan acallar las voces de mujeres que se lamentan de haber tenido hijos, que confiesan que si pudieran dar marcha atrás sobre sus pasos, no se convertirían en madres. Es una realidad que está ahí fuera en la calle como otra cualquiera, pero no entiendo muy bien el por qué, una gran parte de la sociedad (especialmente mujeres que son madres) sigue empeñada en negarla, atribuyendo a esas mujeres los carteles de egoístas, frívolas, inmaduras, irresponsables y malas madres.

A mí la verdad que todo me da un poco igual. Pero, me choca que la gente se pille tamaños cabreos por la opinión de una persona a la que ni siquiera conocen. Algo parecido a lo que despierta Samanta entre el público, con sus pensamientos respecto a la maternidad  le sucedió a Juan del Val y Nuria Roca cuando contaron en El Hormiguero (no soporto a Pablo Motos) que tenían una relación abierta. Las redes estallaron contra ellos, criticándolos, cuestionando si realmente estaban siendo sinceros o todo se debía a un tema de marketing para que el último libro de Del Val, Parece Mentira, se vendiese mejor, e incluso algunos usuarios indignados se atrevieron a hacer comentarios sobre sus hijos y su papel como padres. El efecto de sus declaraciones fue bastante surrealista y desmedido. Personalmente, a mi es una pareja que me encanta por muchas razones, pero sobre todo porque viven y dejan vivir.


Lo que no entiendo es el poder de impacto de las declaraciones de personas famosas y populares en el ánimo de los espectadores. He leído críticas que ha recibido Samanta Villar, por atreverse a decir la verdad, que me han hecho mucha gracia, sobre todo porque la gente se toma demasiado en serio algo que ni les va ni les viene, teniendo en cuenta que esos mellizos no son sus hijos y que Samanta no es  ni su pareja ni tampoco su madre. La reacción entre el público es demasiado desproporcionada y muy incoherente. Nos pasamos la vida cabreados, pidiendo verdad a los políticos, a los periodistas, a los famosos,  a nuestra familia, a nuestros amigos y a la sociedad en general, sin embargo (resoplo) cuando nos dan verdad, verdad de la buena, ponemos el grito en el cielo, tachando de desalmada y oportunista su sinceridad.

No veo a Samanta Villar como una madre egoísta, frívola o inmadura, al contrario, creo que es buena madre, pero que lleva muchos meses sin dormir bien, sin comer en condiciones y sin pegarse una ducha con tranquilidad. Si eso no es perder calidad de vida, que venga Dios y lo vea. Negar que durante los dos primeros años de la crianza de un bebé, éstos se quedan con todo el tiempo y que para nosotras solo quedan restos - pequeños minutos de descanso-  es propio de mentes de corto recorrido y bastantes imbéciles. Es cierto que esta dedicación, casi exclusiva, es  algo transitorio y que por tanto pasara, pero mientras lo vives es duro y causa mucha frustración. Una madre no es solo una madre, es más cosas a la vez, tenemos todo el derecho del mundo a desempañar más papeles en la vida que éste y en el caso de Samanta, además de madre puede ser periodista, amante, amiga o hija o lo que a ella le venga en gana.

Al final, de lo que hablo es de respeto, de amplitud de miras, de ver a una persona en su totalidad y no en una única parcela. Las madres que se ofenden tantísimo con las declaraciones de la periodista respecto a la crianza de sus hijos mellizos, me hacen sospechar que se sienten más identificadas con Samanta de lo que están dispuestas a reconocerse a sí misma. Tiene que fastidiar mucho, que haya alguien que le eche un par de narices y se atreva a expresar lo que tú te mueres por confesar.  No se me ocurre nada más razonable para dar explicación a los comentarios que he leído en las redes de muchas usuarias contra la periodista.  Una de dos o se han dado por aludidas, o tienen un serio problema de susceptibilidad que deberían de irse a mirar; no es normal que una madre que confiesa estar agotada después de meses sin dormir y sin hacer nada con un mínimo de tranquilidad, reciba como respuesta por parte de otras madres rabia e indignación en lugar de empatía y comprensión. Habría que hacer un ejercicio de memoria y otro de generosidad: todas las que tenemos hijos, hemos estado en su lugar y sabemos perfectamente de lo que estamos hablando.









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